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Vicente García, lo imperioso de nacer más que un día de enero. Ciento noventa y dos años se cumplen este jueves del nacimiento, en la otrora calle Real de esta ciudad, del mayor general Vicente García González. Un niño de buena cuna y vida pueblerina que marca, desde hace más de un siglo, la rebeldía a ultranza de este Balcón.

Es cierto que no ha sido del todo justa con su figura la historia patria que nos alcanza, y llega a ser hasta irrespetuoso que se le endilguen, casi de manera exclusiva, títulos de irreverencia y desunión, pero, ¿acaso no somos los tuneros conocedores de su valía? ¿A quiénes, si no a nosotros, asiste la responsabilidad de perpetuar su legado militar y humano entre los hijos de este país?

En Las Tunas, de la mano del movimiento Tarea de Grandes, que ahora se enarbola con bravura, pueden nacer fórmulas valiosas para encauzarlo; y a eso apuestan estas líneas, al diálogo intencionado en función de qué podemos hacer todos para acercar al hombre del bigote más largo de Cuba al latir de estas calles y su cotidianidad.

Porque no se trata, claro está, de que necesiten defensa sus acciones y certezas ante los ojos del tiempo, porque "reivindicado está", me dijo alguna vez conversando de eso el siempre recordado historiador Víctor Marrero; el asunto radica en la difusión y el alcance real de los saberes sobre su obra y devenir. ¿Lo conocemos a fondo? ¿Cuidamos los sitios que perpetúan sus hazañas? ¿Qué saben de él los pioneros más allá de lo escueto que nos regala un libro de texto?

Vicente García está en los anales de la inteligencia militar cubana, enconadas victorias mambisas de la Guerra Grande tienen su sello de valor ilimitado; bajo su liderazgo estuvo el primer general negro del Ejército Libertador y hasta un comunero de París nutrió sus saberes.

Fue el último de los grandes jefes en abandonar la manigua, nunca firmó el pacto que propuso a Cuba una paz sin independencia y estuvo entre los primeros que dieron el sí a José Martí cuando la Guerra Necesaria era apenas un proyecto de libertad.

Quizás, si juntamos iniciativas y recursos en función de la magia del conocimiento, logremos que sean más los que sufren cuando roban el machete que acompaña su figura en el principal parque de la ciudad, los agradecimos por la bandera cubana que otra vez le acompaña y los tristes porque el memorial sigue sin conquistar el protagonismo que requieren sus hendijas, por citar apenas un ápice de todo lo que debe ser cambiado.

Juntar investigaciones históricas, estudios académicos, experiencias comunitarias y cualquier otra fórmula que nos acerque a su impronta y a su tiempo de hacer, pueden resultar un excelente punto de partida para que el nacimiento del León de Santa Rita no sea solo un tema de enero; y su justeza y ardor por Cuba nos encuentre el 23 del primer mes del 2026, mucho más cerca de él.

Periódico26