Con los primeros pobladores españoles se asentó en Cueybá durante el siglo XVII un rico ganadero criollo llamado Jesús Gamboa en cuyas haciendas crecía la tuna brava o espinosa en grandes proporciones, planta que obsequiaba a sus clientes con frecuencia y uno que otro Santero practicante o creyente, también la buscaban para plantarla en el patio de las casas pues servía para protegerlas de las malas influencias, de la envidia y la avaricia, además la tuna brava según la leyenda tienen las mismas potencialidades que la ceiba que al darle tres vueltas, se le pide un deseo y éste se cumple.
Por todo lo anterior cuando los vecinos o los comerciantes iban hacia la hacienda de Gamboa, solían decir “... voy para la hacienda de Las Tunas” afianzándose así el fitonimio en el lenguaje popular de tal modo que hoy le da nombre, desde entonces.
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